He forjado paciencia en mis pasos, lentamente. Al comienzo andaba de prisa, cuando era más joven. Ahora quisiera hacerlo, pero soy precavida. También me he vuelto como esas personas mayores que viven en una sola dimensión, dónde todo es plano, sólo a veces, en ocasiones es como si dejara de escuchar y otros oídos que están por mis manos lo hicieran. Es aquí cuando sucede la magia, es un no sé que, conectado a un centro. Es una dimensión que emerge de uno cuando es niño, es un secreto que todos los niños saben, a medida que creces, lo vas silenciando o simplemente lo que te han enseñado en la escuela, te hace más ruido que lo trascendental.
Todos resolvemos un misterio, que en algún momento develamos. No es precisamente en la muerte. He muerto muchas veces, y aún no consigo desentrañar aquel enigma. Lo que necesitaba era paciencia, he tenido vidas así, pernoctando por calles vacías, tras una sombra sin cuerpo. He visto la muerte tomarme sorpresivamente, pero es minuciosa y detallista en su obra. El punto en que sufres, te duele, es el dolor más fuerte que sentirás y finalmente hay paz, es sacarse un viejo traje, para desnudarse en líquido amniótico nuevamente. Las dimensiones comienzan desde la profunda a la plana, siempre ocurren lapsus y podemos viajar de una a otra, pero nuestro origen se mueve, y nos descentramos.
Viajar en plano te lleva al futuro, pero ese viaje será sólo de reacciones. Cuando estás en una dimensión más profunda puedes llegar a ver las múltiples opciones, incluso sabrás todo sobre el universo que a ti te concierne, aquí no hay nada nuevo. Porque cuando eres pequeño y viajas por esas dimensiones profundas no tienes mecanismos ni estratagemas, tan sólo viajas. Pero cuando tu origen viaja así en otros estadios de la vida hay reminiscencias.
No creo en nada y creo en todo a la vez. En nada, porque soy un murmullo en la oscuridad, y en todo, porque soy un murmullo en la oscuridad.